6. Plaza del Ayuntamiento

Las Españas de los años 30 y el camino a la guerra

España experimentó un rápido cambio en los cincuenta años anteriores a la proclamación de la Segunda República en abril de 1931. A pesar de la emigración masiva a América Latina, la población pasó de 18,6 millones en 1900 a 23,6 millones en 1930. Las tasas de mortalidad y de mortalidad infantil disminuyeron considerablemente, y la esperanza de vida media de los hombres aumentó de 38,4 a 48,4 en el mismo periodo; las mujeres vivían aún más. El crecimiento de las grandes ciudades hizo que, por primera vez en la historia de España, una minoría de la población trabajara en la agricultura en 1930. También fue una edad de oro cultural, ya que escritores, intelectuales y pintores como Miguel de Unamuno, Federico García Lorca y Pablo Picasso dejaron su huella en el país y en el extranjero. Hasta 1923, un régimen constitucional liberal garantizaba la libertad de expresión, y el sufragio masculino se introdujo ya en 1890. El edificio de Correos de Valencia, protagonista de esta parada de la ruta, así como el Mercado Central y la Estación de Ferrocarril del Norte, son edificios art nouveau de principios del siglo XX. Son testimonio del clima de modernización urbana.

La fachada de la Estación_del_Norte (Valencia) hacia 1920. Bibloteca Valenciana Digital

Sin embargo, muchos españoles tenían la sensación de estar viviendo una época de crisis. El crecimiento económico, aunque bastante impresionante en términos españoles, no era tan grande como el de otros países europeos como Gran Bretaña, Francia y Alemania. Los movimientos campesinos y obreros reclamaban una transformación revolucionaria de la sociedad, mientras que los gobiernos eran de base estrecha, frecuentemente divididos y de corta duración. Además, con la aparición de los nacionalismos vasco y catalán, el propio futuro de España parecía estar en peligro. En septiembre de 1923, el general Primo de Rivera derrocó al gobierno e instauró una dictadura.

Hasta cierto punto, el descontento era una prueba del cambio. La mejora del nivel de vida no hacía más que generar mayores expectativas. Sin embargo, también reflejaba una profunda pérdida. Como se señaló en la parada 1 de este recorrido, en 1898 España perdió Cuba. En una época imperialista, ¿qué era España si no era un imperio? Los llamamientos a la “regeneración” eran numerosos, pero no había consenso sobre la enfermedad, y mucho menos sobre la cura. La “revolución desde arriba” de Primo de Rivera se agotó en 1930, y los republicanos tomaron el poder en abril de 1931 prometiendo transformar España en una nación europea moderna. Las celebraciones masivas que acompañaron la caída de la monarquía dieron una impresión engañosa sobre el alcance del entusiasmo por el cambio, ya que nadie estaba seguro de lo que traería la República.

La naturaleza anticlerical de la Constitución de 1931 sugirió a muchos católicos que su fe y la República no eran compatibles. En la primavera de 1933 se creó un poderoso movimiento católico de masas, la CEDA, que se propuso revisar la Constitución. Dirigido a nivel nacional por Gil Robles, contaba con federaciones regionales como la DRV de Valencia. La democracia republicana se convirtió en patrimonial. La izquierda española veía a la CEDA como una amenaza existencial para la República laica; la CEDA veía a la izquierda como una amenaza existencial para la España católica. La primera no pudo aceptar su derrota electoral en noviembre de 1933, y los socialistas lanzaron una insurrección revolucionaria en octubre siguiente para impedir que la CEDA entrara en el gobierno.

Aunque fue un fracaso, la represión de la revolución fue especialmente sangrienta en Asturias, y las elecciones de febrero de 1936 se convirtieron en un referéndum de facto sobre el legado de “Octubre”. ¿Significó su fracaso que la victoria en las urnas representaba la última oportunidad de salvar la República? ¿O la victoria en las urnas era necesaria para confirmar para siempre la derrota de la izquierda en 1934? Aunque el Frente Popular ganó, el margen de victoria en términos de votos fue tan estrecho que muchos en la derecha afirmaron que las elecciones habían sido robadas. Esto no hizo que la guerra civil fuera inevitable -esto sólo fue evidente después de que la rebelión militar fracasara-, pero fue una prueba más de que la democracia era simplemente un medio para una determinada idea de España, más que un fin en sí misma.

Julius Ruiz

LEE MÁS

  • Santos Juliá et al, La España del siglo XX (Marcial Pons, 2013)
  • Stanley G. Payne, El colapso de la República. Los orígenes de la Guerra Civil (1933-1936) (La Esfera de los Libros, 2019)
  • Fernando del Rey Reguillo (ed.), Palabras como puños: La intransigencia política en la Segunda República (Tecnos, 2011)